Rickard era un hombre astuto, quizás odiaba al rey con toda su alma, pero había aprendido unas cuantas cosas de él en los últimos tiempos. Una de esas era a ser astuto y a vigilar a quienes deseaba cumplieran sus órdenes. Conocía bien a su familia, en especial a su hermana, quien podía ser una perfecta mentirosa cuando no quería hacer lo que se le ordenaba, era su defecto, podía arruinar la reputación absoluta de su familia con tan solo llegar a sentir esa tan "anhelada" dizque libertad que creía conocer. Rickard lo sabía, algún día, en su vejez, ella se lamentaría por su soberana estupidez, porque de seguro, si las cosas salían como ella quería, los Baratheon estaría condenados. Efectivamente, pasada más o menos media hora de la partida de su habitación en el Torreón de Maegor un joven escudero se acercó hasta Rickard, uno de sus pequeños "cuervos", comentóle al oído la insolencia de su hermana.
-¿Qué?-preguntó para sí mismo, aunque se encontraba medianamente convencido de que ella haría algo así-Maldita niña insolente-se dijo.
-¿Hacia adónde ha ido ese cuervo?
-Dirección sur, mi señor.
Rickard se mantuvo pensativo unos instantes.
-Ella no sería lo suficientemente valiente para enfrentar a Jonas Tyrell por estos medios, la conozco, habla mucho y poco hace. Busca la venia de nuestro padre, y a ese imbécil y obsoleto inútil le importamos poco y una mierda Thomas y yo, así como el futuro de su casa. O deshará mi arreglo o enviará un cuervo al Norte. Pyper...-empezó diciéndole a uno de sus pequeños "cuervos"-Envía dos cartas, una al norte y otra a Altojardín. A la de Altojardín, si tenemos suerte no escribió a allá, digamos que nuestro querido padre ha entrado en senilidad, que sufre de deliriums tremens y que sus palabras son ahora vacías y obsoletas. El pobre se encuentra bajo el cuidado de el maestre y ha estado enviando la misma carta a todos lados, algunas con profundas lagunas mentales y vacilaciones. Creyendo incluso que el casamiento será entre su hijo Glacius y una doncella Tyrell.
Pyper anotaba todo muy rápidamente-¿Y al norte, mi señor?
-Ah, eso es más fácil, tengo "hombres" de confianza allí. Envía una carta a Aurora Stark, sólo debe ser leída por ella. Le dirás que en caso de que un cuervo llegue desde Bastión de Tormentas, debe despescuezarlo y quemar la carta. Será por el bien del reino y por el mío. Dile, que si no lo hace, Brandon y yo estaremos en peligro de muerte-comentó, aprovechándose del amor maternal que Lady Aurora sentía por él.
-Listo, mi señor.
-Una cosa más... Envía a unos 20 hombres al Cuello, cerca de Foso Cailín, el cuervo pasará por allí. Quiero que asesinen a TODO cuervo que se dirija hacia el Norte. ¿Se entiende? Están a dos días de ventaja, no quiero errores. Envía a los mejores arqueros y... Triplica la seguridad alrededor de mi hermana. Quiero que sus movimientos estén absolutamente LIMITADOS. ¿Se comprende?
-Bien, mi señor.
Y así se hizo. Rickard prosiguió su camino al encuentro con el Consejo del Rey del que formaba parte, ya más tarde tendría una grata conversación con su hermana.